Aunque todos los niños lo conocen ninguno lo ha visto. Como cuando cumplen una cierta edad dejan de creer en su existencia, he aquí su verdadera historia:

Un día un avispado barbero pensó como podía paliar esto de algún modo. Se le ocurrió entonces, para que los niños superaran este trance, utilizar a su cobaya: un precioso ratón blanco que tenía siempre en la barbería. Su ratón sería la motivación para que los niños perdieran el miedo. El barbero-dentista se llamaba Antón Pérez. Pronto el ratoncito se quedaría con el apodo de su amo: Ratoncito de Pérez.

El barbero-sacamuelas comenzó a regalar a los niños dulces, juguetes y alguna moneda suelta a cambio de sus pequeños dientes y muelas y los niños comenzaron a acudir incluso simulando que les dolían. El barbero siempre ponía un poquito de yeso en polvo en el comedero de Pérez para que los niños creyeran que eran dientes triturados.

La voz del éxito de Antón Pérez se corrió por todo el mundo y fue adoptada por otros colegas. De esta forma se explica por que en muchos lugares distantes del mundo existe la tradición de Ratoncito Perez.
Transcurridos los años, los padres mantuvieron la tradición de regalar a los niños alguna moneda a cambio de sus dientes de leche, manteniendo así la tradición y la ilusión durante años y como no, la pérdida del miedo a los nuevos dentistas, que ...¡por supuesto no hacen nada de daño!
Ahora ya sabes... quien se lleva tu dientecito cuando lo dejas debajo de la almohada ... es papá o mamá PEREZ.
Mario Sender
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