sábado, 12 de noviembre de 2011

LA FIEBRE DEL CAUCHO

 FIEBRE BLANCA, LA FIEBRE DEL CAUCHO (Terror y lujo en la selva amazónica)
Con la irrupción del automóvil, la fabricación de neumáticos y otros materiales para la industria en desarrollo, el caucho (látex) tomó un auge sin igual. El caucho antes exclusivo de la Amazonia, empezó a tener una gran demanda, asegurando enormes beneficios a quien se aventurase en este nuevo negocio. La fiebre del caucho se desarrolló entre 1879 y 1912 y afectó a Brasil, Colombia, Perú, Bolivia y Ecuador, tanto social como económicamente.

En esa época solo había una fuente de suministro:  el árbol del caucho (ficus elástica y otras variedades) llamado seringueira en portugués y un solo lugar donde este crecía: la Amazonía. Con la extracción del látex a través del sangrado del árbol, se hicieron grandes fortunas a costa de la esclavitud de los indígenas del lugar y otros muchos seres humanos que, como en la época de la fiebre  del oro, llegaron de otras partes del mundo.

Los caucheros, explotadores sin escrúpulos, dieron refugio a delincuentes y proscritos que a cambió de una mísera vida, estaban a salvo de la acción de la justicia en ese territorio sin ley. Muchos de ellos se convirtieron en implacables capataces que cometieron atrocidades con los indígenas, ante la complacencia de los patronos, cuyo único fin era enriquecerse lo más rápido posible. El árbol del caucho crece diseminado en grandes extensiones, separados muchas veces unos ejemplares de otros por kilómetros de distancia, en la inmensa selva amazónica.  La vida de los esclavos-trabajadores transcurría bajo la mirada asfixiante de sus carceleros y la miseria de los barracones. Muchos de ellos nunca salieron de esas explotaciones, bien por la dificultad de escapar a través de la selva o por la caza sin piedad a la fueron sometidos.

Los territorios amazónicos estaban habitados en su mayor parte por etnias indígenas. La llegada de colonizadores en busca del preciado caucho a estos territorios causó un choque cultural con los nativos que en la mayoría de los casos desembocaron en torturas, prostitución forzada, pedofilia, esclavitud y masacres.
Entre los personajes directamente relacionados con estas prácticas de sevicia y crueldad que  gozan de una injusta inocencia frente a la historia, destacan  Julio César Arana y sus crueles capataces, -entre los cuales resalta el cruel Miguel Loayza-,  funcionarios de las multinacionales y las autoridades locales que no defendieron a los indígenas de su exterminio.

Según cálculos del escritor Wade Davis, por cada tonelada de caucho producida, asesinaban a diez indios y centenares quedaban marcados de por vida con los latigazos, heridas y amputaciones que se hicieron famosos en el noreste amazónico.

"En 1904 contrató a doscientos guardianes de Barbados y les encomendó la tarea de acorralar a cualquiera que intentara escapar (...) Los caucheros, a quienes se les permitía 'civilizar' a los indios, atacaban al alba, atrapando a sus víctimas en las malocas y ofreciéndoles regalos como excusa a su esclavitud. Una vez en garras de deudas que no podían comprender y a riesgo de la vida de sus familias, los huitotos trabajaban para producir una sustancia que no podían usar. Los que no cumplían con su cuota, los que veían que la aguja de la balanza no pasaba de la marca de los diez kilos, caían de bruces a la espera del castigo. A unos los golpeaban y azotaban, a otros les cortaban las manos o los dedos. Se sometían, porque si oponían resistencias sus esposas y sus hijos pagarían por ello."

… Los agentes de la Compañía obligan a los pacíficos indios del Putumayo a trabajar día y noche, sin la más mínima recuperación salvo la comida necesaria para mantenerlos vivos. Les roban sus cosechas, sus mujeres, sus hijos. Los azotan inhumanamente hasta dejarles los huesos al aire... Toman a sus hijos por los pies y les estrellan la cabeza contra los árboles y paredes... Hombres, mujeres y niños sirven de blanco a los disparos por diversión y en oportunidades les queman con parafina para que los empleados disfruten con su desesperada agonía ...
W. Hardenburg, 1909

Los caucheros contrataron cientos de criminales y anormales a los que pagaban por custodiar a los indígenas esclavizados. Estos paramilitares y empresarios, guardianes de un sistema económico que nunca hubiera podido funcionar bajo un régimen justo de trabajo remunerado, son responsables de una de las mayores sevicias de la cual haya sido víctima la especie humana:

Con cada incidente aumentaba el terror. Los matones despachados a la selva volvían con cabezas degolladas envueltas en hojas de plátano. Para divertirse ataban a los indios a los árboles, abrían sus piernas y prendían hogueras debajo. A los niños los torturaban para que revelaran donde se escondían sus padres; a las niñas las vendían como prostitutas; a los bebés los descuartizaban y sus pedazos los daban de alimento a los perros guardianes; a los jóvenes los ataban les tapaban los ojos para apostar entre los caucheros quién acertaba primero a disparar sobre sus genitales. Un capataz colgó a un indio de un árbol, jugueteó con él mientras se mecía agónico y después, para divertir a un colega, le arrancó de mordisco el dedo gordo del pie y lo escupió en el suelo. El agente cauchero Aquileo Torres colocó el cañón de un rifle en la boca de un indio y le dijo que soplara: luego le voló la cabeza. En cierta ocasión este sádico le cortó las orejas a un hombre, lo ató a un árbol y lo obligó a ver cómo quemaba viva a su esposa. José Fonseca, el agente principal en Último Retiro, celebró la Pascua de 1906 matando a tiros a ciento cincuenta indígenas desde su cabaña. A los heridos los amontonaron, les regaron gasolina y los quemaron.
Wade Davis, 2009

Los indígenas hombres fueron sometidos a la condición de trabajadores forzosos y las mujeres indígenas  rebajadas y humilladas. Miguel Loayza, un capataz que tuvo Arana como matón y ayudante esclavizó a muchas indígenas entre nueve y trece años. Le servían de concubinas que permanecían encerradas para que él las violara cuantas veces quisiera.

Según el  escritor Wade Davis los abusos eran tan notorios que les afectaba hasta la propia contextura física:

(...) alcanzaban la adolescencia deformes, débiles y descoyuntadas para siempre sus caderas por la cópula.
Wade Davis, 2009

Rafael Calderón, un bandido de veintidós años (...) tenía un lema: 

"Matar a los padres primero y después gozar de las vírgenes". Cuando una mujer se negaba a acostarse con uno de sus hombres, Armando Norman la envolvía en una bandera peruana impregnada en gasolina y le prendía fuego. A otras mujeres las empotraba, disponibles para cualquiera. Cuando el supervisor de Atenas descubrió que una joven india que él había violado tenía una enfermedad venérea, la ató en suelo y la azotó mientras le insertaba un palo ardiendo en la vagina".
Wade Davis, 20094

Uno de los protagonistas de este horror fue Julio César Arana de Águila, un "empresario" peruano que creó un verdadero régimen de terror en pro de su bolsillo y ambición.

"En 1904 contrató a doscientos guardianes de Barbados y les encomendó la tarea de acorralar a cualquiera que intentara escapar (...) Los caucheros, a quienes se les permitía 'civilizar' a los indios, atacaban al alba, atrapando a sus víctimas en las malocas y ofreciéndoles regalos como excusa a su esclavitud. Una vez en garras de deudas que no podían comprender y a riesgo de la vida de sus familias, los huitotos trabajaban para producir una sustancia que no podían usar. Los que no cumplían con su cuota, los que veían que la aguja de la balanza no pasaba de la marca de los diez kilos, caían de bruces a la espera del castigo. A unos los golpeaban y azotaban, a otros les cortaban las manos o los dedos. Se sometían, porque si oponían resistencias sus esposas y sus hijos pagarían por ello."

Así con el sudor y la sangre de muchos seres humanos, sin casi salario y con la complacencia de los Gobiernos,  se fraguaron grandes fortunas que, en algunos casos, han sobrevivido hasta nuestros días.


La capital de aquel imperio económico y de terror fue Manaos. Una pequeña población en la confluencia del Rio Negro y el Amazonas, que se convirtió en el lugar de ostentación, diversión y, por qué no, cultura, de los nuevos ricos, siendo considerada en esta época la ciudad más desarrollada de Brasil y una de las más prósperas del mundo. Era la única ciudad de este país en poseer luz eléctrica y sistema de acueducto y alcantarillado. Manaos vivió su apogeo entre 1890 y 1920, gozando de tecnologías que otras ciudades del sur de Brasil no poseían.


 Tenía más de quince kilómetros de tranvía eléctrico, cuando Nueva York o Boston sólo ofrecían tranvías tirados por caballos. Se construyeron  avenidas  sobre pantanos desecados y edificios imponentes y lujosos como el Teatro Amazonas, el cual fue inaugurado el 6 de enero de 1897 con una presentación de La Gioconda de Ponichelli, interpretada por la Gran Compañía de Ópera Italiana.
El apogeo fue posible gracias al alto impuesto que se cobraba por la exportación del caucho. Estas condiciones crearon un clima favorable para banqueros y comerciantes.  Los nuevos ricos de Manaos convirtieron esta ciudad en la capital mundial del comercio de diamantes. Gracias al caucho, la renta per cápita de Manaos era dos veces superior a la de la región productora de café (São Paulo, Río de Janeiro y Espírito Santo).


Confluencia del río Negro y el Amazonas en 1973
La misma región en 2007, se puede apreciar claramente
la deforestación.



Manaos en la actualidad. Puerto 2011

Pero como al principio decía, con la riqueza llegaron también las miserias humanas,  los peores excesos del capitalismo y la industrialización. La ostentación se convirtió en una costumbre.

"Los magnates del caucho prendían sus habanos con billetes de cien dólares y aplacaban la sed de sus caballos con champaña helado en cubetas de plata. Sus esposas, que desdeñaban las aguas fangosas del Amazonas, enviaban la ropa sucia a Portugal para que la lavaran allá. Los banquetes se servían en mesas de mármol de Carrara, y los huéspedes se sentaban en asientos de cedro importados desde Inglaterra (...) Después de cenas que costaban a veces hasta cien mil dólares, los hombres se retiraban a elegantes burdeles. Las prostitutas acudían en tropel desde Moscú y Tánger, El Cairo, Paris, Budapest, Bagdad y Nueva York. Existían tarifas fijas. Cuatrocientos dólares por vírgenes polacas de trece años...   (Wade Davis)
Al iniciar su decadencia el lema de la ciudad era 'Vale Quam Tem', o "vales lo que tienes".

El imperio terminó cuando los ingleses consiguieron plantar en Malasia semillas del árbol del caucho –conseguidas en la Amazonía de forma ilegal- y comenzar una explotación más industrial y productiva. La puntilla final fue la consecución del caucho sintético que hoy conocemos.  

Si tenéis interés por este proceso histórico de finales del XIX y principios del siglo XX, os recomiendo los siguientes libros.

-Manaos (Alberto Vázquez Figueroa)
-La Vorágine (José Eustasio Rivera)
- El río, exploraciones y descubrimientos de en la selva amazónica (Wade Davis)
De todos ellos habéis leído algunos fragmentos …y os aseguro que son impresionantes relatos de avaricia, ambición, crueldad y miseria humanas.

Más de 30.000 seres humanos perdieron la vida durante el periodo de la fiebre blanca, la fiebre del caucho.

2 comentarios:

  1. Una barbarie que no podemos permitir que suceda nuevamente, tenemos una deuda inmensa con las pocas etnias indígenas sobrevivientes, ellos pagaron el precio de vivir y mantener nuestra amazonia como lo siguen haciendo hoy.. este es mi pequeño homenaje a las miles de vidas perdidas en el holocausto sangriento de la fiebre del caucho en la amazonia. MOO

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  2. Asi es...tambien presento mi homenaje a muchos inocentes de las etnias amazonicas y afrodescendientes victimas de la barbarie capitalista y sin olvidar que estos barbaros personajes que cometieron crimenes de lesa humanidad en la amazonia tendran que rendir cuentas ante Dios...de seguro que tendran que salir de los miseros sepulcros y del mismo infierno para ser juzgados con un juicio de amor, en donde estos tendran que responder por la vida de estos inocentes asesinados, violados, negados en sus derechos a comer, beber y vivir con dignidad humana...no olvidemos nunca las enseñanzas de Jesucristo Nuestro Señor que dice: tuve hambre y me diste de comer, tuve sed y me diste de beber, estuve desnudo me diste vestidos, encarcelado me visitasteis y enfermo me atendiste...sobre estos mandamientos de la caridad es que Dios nos juzgara...y por supuesto a estos indignos y malvados humanos seran juzgados y por eso El Señor les dira:...Tuve hambre y no me diste de comer..tuve sed..no me diste de beber..desnudo no me diste vestido, encarcelado no me vistateis...enfermo me has abandonado...id malditos de mi Padre a la Gehena alli sera el castañear de dientes...Esa sentencia es la que recibiran...y muchos los malvados lo estan recibiendo...La Gehena es el lugar mas espeluznante del infierno..Porque?... Porque simplemente Dios se ausenta definitivamente de esa alma y viene a habitar la muerte eterna a vivir una condena. Entonces la Justicia de Dios se cumple, se ha cumplido y se cumplira y se seguira cumpliendo...

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